De
lo ocurrido en Naya hay mucho que aprender. En Naya como en otras
atrocidades la muerte no era el único objetivo. Pongamos
por ejemplo la masacre en el diminuto pueblo norteño de El
Salado en Julio del 2000 donde el escuadrón de la muerte
bailó y vitoreó mientras la música ensordecedora
salía del altavoz del pueblo tardando dos días y medio
en torturar, violar, aporrear y a veces estrangular a 36 personas,
atándoles primero a una mesa en el centro de la cancha de
baloncesto.
Otro ejemplo es el de la masacre de Chengue en Enero pasado, allí
50 paramilitares en camiones entraron en una comunidad de agricultores
de aguacates a las 4:30 de la mañana, les sacaron de sus
casas, les pusieron en fila en la plaza y les aplastaron el cráneo
con rocas y un mazo. En estas y otras escenas similares el objetivo
paramilitar es crear terror y así forzar a la población
cercana a huir dejando la tierra libre para sus simpatizantes.
Castaño conoce la inutilidad de un censo en un país
donde un largo historial de violencia rural ha fracasado en cualquier
cambio. Según esta lógica lo que cuenta es cómo
matas y el grado de dolor y terror que puedes infligir. Esa es la
lección en Naya, El Salado y Chengue.
Una Alianza Letal: Los Paras, el Ejército y los Civiles
Los paramilitares que cometieron la masacre en Naya pertenecían
a una unidad de las AUC llamada El Frente Farallones. El Farallones
y dos frentes compañeros, el Pacífico y el Paez se
formaron el año pasado. Son ramas de una unidad AUC llamada
el Frente Calima que surgió en la ciudad de Cali en
el verano de 1999 poco después de un secuestro masivo en
una iglesia local por las guerrillas ELN. Los investigadores gubernamentales
concluyeron que el Frente Calima fue organizado por la 3 Brigada
del Ejército Colombiano con la ayuda de Carlos Castaño
y un grupo adinerado local, incluyendo narco-traficantes. Los civiles
proporcionaron la financiación para las necesidades operativas
del nuevo frente, los oficiales en activo de la 3 Brigada aportaron
la inteligencia y apoyo logística mientras Castaño
puso las tropas.
Human Rights Watch, cuyas investigaciones sobre el Frente Calima
confirmaron los informes de los oficiales Colombianos que muchos
de los comandantes del Calima eran reclutados de las filas de antiguos
oficiales del ejército. Los investigadores del gobierno y
Naciones Unidas insisten que la facilidad con la que los frentes
paramilitares, el Farallón, el Pacífico y el Paez
han consolidado y extendido su capacidad operativa a lo largo del
sudoeste de Colombia el año pasado hubiese sido imposible
sin la relación existente entre los AUC y la 3 Brigada afincada
en Cali.
En Bogotá días después de la masacre de Naya,
Eduardo Cifuentes denunció el fracaso del gobierno de frenar
"una masacre anunciada." Él afirmo que el pueblo
de Naya había suplicado protección desde el pasado
Diciembre. En las semanas anteriores a la masacre la Comisión
de Derechos Humanos OEA había dado instrucciones al gobierno
Colombiano para especialmente proteger las comunidades de la zona
de Naya. La Oficina de Derechos Humanos de Naciones Unidas informó
que había alertado a las autoridades dos días antes
de que empezase la matanza a cerca de una fuerza paramilitar con
300 miembros se adentraba en la zona de Naya. Pero al igual que
ocurre en Colombia semana tras semana el ejército no levantó
un dedo para proteger a la población en peligro.
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