En
estas y otras acciones similares llevadas a cabo por todo el país,
las víctimas son asesinadas después de ser torturadas,
mutiladas y sujetas a otras vejaciones crueles o inhumanas por sus
apresadores paramilitares. Human Rights Watch (HRW) informa sobre
como, el 18 de Febrero, 2001, 300 hombres armados del grupo paramilitar
Autodefensas Campesinas de Córdoba y Urabá (ACCU)
entraron en el pueblo de El Salado, departamento de Bolívar,
y masacraron a no menos de 36 habitantes, incluyendo a mujeres y
niños. Treinta más se denunciaron como desaparecidos.
Las víctimas fueron torturadas, violadas, asfixiadas, se
les aplicó el garrote vil, acuchilladas y decapitadas durante
el curso de dos días enteros. Esto fue posible debido a que
durante este tiempo, la Primera Brigada de la Marina de Colombia
mantenía las entradas a El Salado bloqueadas no permitiendo
a nadie, incluyendo al Comité Internacional de la Cruz Roja,
la entrada al pueblo.
Sumado a las masacres y la práctica regular de torturas,
agentes paramilitares son responsables de una extensa campaña
de asesinatos selectivos o asesinatos dirigidos hacia civiles, especialmente
candidatos políticos, dirigentes laborales y sindicalistas,
defensores de derechos humanos, dirigentes indígenas, académicos
y estudiantes. Los grupos paramilitares así mismo fueron
responsables de la gran mayoría casi un 80% - de las
664 desapariciones forzosas de civiles denunciadas en el 2000. Las
desapariciones, masacres, el asesinato selectivo de civiles, la
tortura extensiva; todos estos son crímenes contra la humanidad
dando lugar a una responsabilidad criminal individual. Cualquiera
que comete o es cómplice de estos crímenes internacionales-desde
Carlos Castaño, comandante de las Autodefensas Unidas de
Colombia (AUC), hacia abajo- pueden algún día ser
considerados criminalmente responsables de sus acciones bajo la
ley internacional.
Las mismas fuerzas armadas Colombianas son una fuente seria de abusos
de derechos humanos que vienen a ser crimenes internacionales. Participan
con frecuencia o son cómplices de crímenes contra
la humanidad y crímenes de guerra de sus aliados paramilitares.
De hecho, los grupos paramilitares deben mucho de su brutal éxito
a las autoridades Colombianas: hay pruebas sustanciosas y creíbles
de una participación directa del ejército y la policía
en masacres atribuidas a los paramilitares. En el caso de El Salado
anteriormente descrito, la Oficina del Alto Comisario de la ONU
en Colombia recibió informes que, además de cerrar
las carreteras de entrada del pueblo miembros del ejército
Colombiano participaron directamente en la carnicería. Otros
innumerables casos revelan una participación directa o una
complicidad por parte de agentes estatales, sin la cual los paramilitares
no podrían actuar o moverse tan libremente como lo hacen.
Sea actuando concertadamente con grupos paramilitares o consintiendo
sus atrocidades, oficiales del gobierno, ambos militares y civiles,
están cometiendo crímenes internacionales por los
cuales se les podrá exigir responsabilidades algún
día. Observadores extranjeros y nacionales del conflicto
Colombiano harían bien en recordar este hecho. Tampoco deberían
olvidar que miembros de las fuerzas de seguridad nacional continúan
llevando a cabo ejecuciones extra-judiciales, actos de tortura y
otros ataques directamente sobre la población civil, violando
las leyes de guerra. Proporcionalmente, sin embargo, estas transgresiones
de ley internacional están en un distante tercer puesto a
aquellas cometidas por los grupos de paramilitares y de guerrillas.
Los Grupos de Guerrillas
Las dos principales fuerzas insurgentes, las Fuerzas Armadas Revolucionarias
de Colombia (FARC y el Ejército de Liberación Nacional
(ELN), cometen crímenes de guerra y quizás hasta crímenes
contra la humanidad, al hacer de distintas maneras objetivo a civiles.
Fiables fuentes no-gubernamentales afirman que el 20% de asesinatos
políticamente motivados que ocurren hoy en día en
Colombia se pueden atribuir a los dos grupos de guerrillas principales.
Las FARC, especialmente, masacran civiles de cuando en cuando, y
ambos grupos participan con regularidad en el asesinato selectivo
de disidentes y oponentes. En Diciembre del año pasado, individuos
armados que se cree pertenecían a las FARC asesinaron a Diego
Turbay, un congresista que era Presidente del Comité de Paz
de la Cámara de Representantes. Guerrillas de las FARC también
asesinaron a tres indígenas Americanos activistas en 1999.
En los últimos años otros cientos de civiles, incluyendo
dirigentes sociales, políticos e indígenas, han sido
ejecutados por las FARC y el ELN por colaborar con el enemigo o
por negarse a acceder a sus demandas.
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