Pero
los efectos más notables del Plan Colombia no están
siendo notados por los participantes armados implicados en el conflicto,
sino por los civiles, las víctimas principales de la escalada
de la guerra. De media, dos civiles mueren por cada combatiente
muerto, la mayoría campesinos. La última década
de guerra y violencia política ha producido mas de dos millones
de personas desplazadas internamente. De los dos a tres millones
de civiles desarmados secuestrados anualmente en Colombia el 60%
lo son por las guerrillas. Jóvenes menores de 18 años
suman una quinta parte de ambas, fuerzas rebeldes y de los paramilitares.
En todos los aspectos, la guerra Colombiana se lleva a cabo muy
por debajo de las normas impuestas por la ley humanitaria internacional
para el debido respeto y protección de civiles. Al escalar
la guerra, el Plan Colombia únicamente contribuye al incremento
de civiles masacrados o obligados a abandonar sus hogares.
Iniciativas de paz de ciudadanas y los esfuerzos para la creación
de paz locales, a sí mismo han sido severamente impedidos.
En los últimos años, trabajadores, campesinos, mujeres,
estudiantes, así como empresarios y dirigentes de la Iglesia
Católica organizaron proyectos de paz. Organizaciones no-gubernamentales
(ONGs) documentan y denuncian violaciones de derechos humanos rigurosamente.
Pero a menudo los que se declaran en contra de la guerra o a favor
de los derechos humanos son vistos por los participantes armados
como agentes enemigos. Activistas, defensores de derechos humanos,
líderes sindicalistas, catedráticos, estudiantes y
periodistas, son los objetivos principales de la violencia política.
Muchos de los mejores y más brillantes ciudadanos del país
están en exilio forzoso, añadiendo a la diáspora
Colombiana los miles que huyen por razones económicas.
Irónicamente, hay un aspecto sobre el cual el Plan Colombia
seguramente no tendrá ningún impacto: el tráfico
de drogas. Primeramente, está enfocado casi exclusivamente
en los productores de coca, quienes componen el eslabón más
débil en la cadena de actividades ilícitas del narco
tráfico. Se ha conseguido poco o ningún avance en
el tema de interdicción, por no hablar del lavado de dinero,
control de materiales precursores, control de armas, y otros temas
más delicados sobre los cuales el Plan Colombia no se pronuncia.
En segundo lugar, en anteriores experiencias se ha demostrado con
claridad que la fumigación aérea solo ha servido para
desplazar los cultivos de coca. Mientras que haya una demanda que
satisfacer, el llamado "efecto globo" ha demostrado que
la erradicación "exitosa" en Perú y Bolivia
ha llevado ha un incremento de cultivo de coca en Colombia, al igual
que la fumigación masiva en Guaviare y Caquetá en
1995 y1996 que simplemente desplazó el cultivo ilícito
a Putumayo. Venezuela, Ecuador y Brasil ya han expresado su preocupación
sobre el desbordamiento del Plan Colombia hacia sus territorios
y sus efectos en la seguridad de la región.
Hay que decir que, gracias a los esfuerzos de grupos de presión
de muchas ONGs influyentes en Washington D.C. el componente estadounidense
del Plan Colombia incluye algunos elementos positivos (aunque desafortunadamente
estos han sido ensombrecidos por la preponderancia de elementos
negativos). Por primera vez, los Estados Unidos está financiando
proyectos de desarrollo alternativos, y hasta sobrepasando los gastos
de los Europeos en este frente. La protección de actividades
por los derechos humanos, y por la fortificación del sistema
judicial son líneas de acción loables dentro de la
"porción social" del Plan Colombia.
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