El
efecto más dramático del Plan Colombia ha sido en
la guerra interna. Aunque en los EE.UU. fue calificada como una
intervención anti-narcótica, en Colombia es claramente
entendida y vista como una acción de contrainsurgencia. Aunque
la mayoría de material bélico-principalmente helicópteros
Blackhawk-aún ha de llegar y no estará totalmente
desplegado hasta finales de año, el Plan Colombia ya ha tenido
un gran impacto en los grupos implicados en el conflicto armado,
cambiando la manera de verse y el desarrollo de sus estrategias
respectivas.
Por un lado, ha restablecido esperanzas de una solución militar
dentro del ejército y los elementos conservadores de la elite
civil. Después de tener las guerrillas la iniciativa durante
muchos años en el campo de batalla, el Plan Colombia ha llevado
a muchos a creer que ahora, con la ayuda de EE.UU., la situación
puede dar un vuelco. El Presidente Pastrana pensó que el
Plan Colombia mejoraría su posición en los diálogos
de paz con las FARC, las Fuerzas Armadas Revolucionarias Colombianas;
de hecho ha hecho lo opuesto, reduciendo su maniobrabilidad y fomentando
la desconfianza por parte de los insurgentes. El ejército
ha incrementado su poder dentro del gobierno, inclinando la balanza
del poder de relaciones civiles-militares más a su favor.
El Plan Colombia igualmente ha envalentonado a los insurgentes.
Por fin ha dado credibilidad a su inicial afirmación de estar
luchando por la liberación nacional y contra el imperialismo
Yanqui. En departamentos como Caquetá y Guaviare, no hay
duda alguna que el incremento en reclutamiento es en gran parte
debido al gran descontento generado entre los campesinos por la
fumigación aérea. El Plan Colombia ha reforzado la
posición de los componentes duros de las FARC, quienes han
argumentado desde un principio, que el gobierno, lejos de buscar
reformas sociales y negociar la paz, está preparando su derrota
militar. De hecho hay documentación que las FARC han adquirido
diez mil AK 47 a través del notorio ex jefe de inteligencia
Peruano Vladimiro Montesinos; ésto, ha dicho el grupo, es
solo el principio de su respuesta al Plan Colombia. Existe ahora
una carrera armamentística, en la cual las guerrillas, con
sus amplios recursos y tropas reducidas, tienen una clara ventaja
a largo plazo sobre el ejército que tiene que contar con
los contribuyentes Colombianos y Estadounidenses para mantener los
niveles de gastos militares actuales.
La implantación del Plan Colombia también ha coincidido
con el rápido crecimiento de grupos paramilitares de derechas,
la mayoría de los cuales pertenecen a las AUC, Grupos de
Autodefensa Estadounidenses de Colombia. Las AUC se han mudado al
departamento de Putumayo, donde se está llevando a cabo la
mayoría de la fumigación. Algunos observadores han
interpretado esta migración de las AUC como la primera fase
no-oficial del Plan Colombia, diseñada para abrir el camino
al ejército.
El Plan Colombia estaba enfocado únicamente hacia el sur
del país, la fortaleza histórica de las FARC, y no
el norte, donde tienen su base los grupos paramilitares. Muchos
consideran esto una prueba de que el Plan Colombia es una estrategia
de contrainsurgencia disfrazada como contra-narcótica. Carlos
Castaño, dirigente de las AUC, ha anunciado públicamente
su apoyo al Plan Colombia: evidentemente el también lo ve
más como una arma contra las FARC, su odiado enemigo, que
como una estrategia efectiva contra el narco-tráfico del
cual ha confesado haber conseguido el 70% de los ingresos de su
organización.
|
|