Pueblos
enteros abandonados, edifícios deteriorados,
campos sin trabajar- no es una vista inusual en los
aterrorizados parajes más remotos de Colombia.
La guerra entre las guerrillas de izquierdas y los grupos
paramilitares de derechas es la causa de un desplazamiento
interior masivo, una crisis humanitaria que era casi
desconocida hasta el año 2000, cuando el plan
Colombia atrajo una oleada de cobertura de los medios
de comunicación a la región.
Según el Comité para Refugiados de EE.UU.,
solamente en el año 2000 más de 315.000
personas se convirtieron en nuevos desplazados, llevando
el total a 2,1 millones desde 1985. La violencia y el
desplazamiento no son exclusivos de una sola zona de
Colombia. Civiles han sido desplazados de (o dentro
de) 27 de los 32 departamentos (estados) de Colombia.
La mayoría de los que se convierten en desplazados
internos o que huyen por tierra a países vecinos,
son granjeros y habitantes de aldeas y pequeños
pueblos, los cuales han sido atacados por los paramilitares.
Un número desproporcionado de éstos son
Afro-Colombianos y gentes indígenas. Alrededor
del 32 por ciento de todas las familias desplazadas
tienen a una mujer como cabeza de familia, y un 45 por
ciento de los desplazados son niños de 14 años
o menos.
Huyen a los crecientes poblados marginales de las afueras
de las grandes ciudades Colombianas, o se apiñan
en campamentos en el campo donde viven en la miseria
y siguen temiendo por su vida. Las ciudades están
superpobladas; la competencia es feroz; los servicios
locales han sido exprimidos al máximo; la tensión
y los conflictos crecen.
El trabajo disponible para las personas desplazadas
es duro, mal pagado y normalmente temporalpor
ejemplo, en la construcción o en equipos de construcción
de carreteras, los cuales se contratan por jornal. Conducidos
a la desesperación, muchos individuos trabajan
por menos del salario mínimo estipulado, lo cual
genera descontento entre otros pobres de la región.
Otros se dedican a la economía sumergida, la
compra y venta de frutas y verdura, cigarrillos u otros
productos de mercados o mayoristas que luego venden
en la calle o de puerta en puerta. Otros preparan comida
para vender en la calle. Y otros lavan ropa.
Las personas desplazadas tienden a no tener la documentación
adecuada. Los individuos de las zonas más remotas
nunca han tenido los documentos que los habitantes de
las ciudades reciben rutinariamente. La gente que huye
repentinamente, a menudo no se lleva sus papeles. Al
no tener documentos oficiales, les es imposible votar,
trabajar legalmente, tener propiedades, conducir, enviar
a sus hijos a las escuelas publicas o recibir tratamiento
en hospitales públicos.
Las consecuencias psicológicas son severas. Según
la Conferencia be Obispos Católicos de Colombia,
la experiencia de desplazamiento es una de sufrimiento,
lágrimas y dudas... (acompañada de) sentimientos
de impotencia, vulnerabilidad y victimización.
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Colombianos
Desplazados Ocupando el ICRC
Bogotá, Junio 2000
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