Castaño
afirma que 1.000 antiguos soldados y oficiales del ejército,
incluyendo algunos despedidos del ejército Colombiano por
lo que oficialmente describen como "problemas disciplinarios",
ahora han pasado a las filas de las AUC. Muchos se han alistado
para ser comandantes. Las fuerzas de los AUC están ahora
operando virtualmente por su propia voluntad en 26 de las 32 provincias
en Colombia y mantienen una presencia permanente en más de
400 de los casi 1.000 municipios. En los últimos dos años
han aumentado su capacidad operativa desde su fuerte tradicional
en el norte de Putumayo, linda al sur con la frontera Ecuatoriana
y al este con la frontera Venezolana. Castaño declaró
en "El Mundo" en Mayo que las AUC están activos
en el 70% del territorio Colombiano.
EL
TERROR COMO ESTRATEGIA MILITAR
Como dice García Márquez cada masacre es "anunciada".
Los habitantes en el lugar elegido para el próximo ataque
siempre reciben amenazas anteriormente (a través de octavillas,
graffitis o verbalmente) por un proceso que los campesinos Colombianos
llaman "el correo de las brujas."
A continuación llega el escuadrón de la muerte. Hombres
fuertemente armados llegan en camiones al lugar seleccionado de
día o de noche y bloquean todos los puntos de entrada o salida.
Luego reúnen a la población en algún lugar
público y céntrico, generalmente la plaza central.
El informante, una figura encapuchada portando una lista de nombres
se mueve silenciosamente entre la multitud seleccionando a los individuos
para la matanza señalándoles con el dedo. El informante
que suele ser un vecino o alguien conocido en la comunidad identifica
a aquellos que de ahora en adelante se les define como "auxiliares
de guerrilla." Para ser auxiliar basta con haber vendido algo
a un guerrillero, haberle dado clases a algún chico que se
unió a las filas rebeldes, haber perdido los documentos de
identidad o incluso vestir el tipo de indumentaria equívoco.
Cuando ha concluido el trabajo del confidente los hombres y mujeres
condenados son llevados al lugar de tortura y ejecución mientras
que la población es obligada ha presenciar la agonía
de sus vecinos y familiares. Cuando la matanza acaba, la retirada
del escuadrón de la muerte también sigue un patrón.
Frecuentemente obligan a una de las aldeanas a cocinarles y servirles,
antes de irse saquean y queman algunas casas y advierten a los sobrevivientes
que volverán a acabar un trabajo en proceso.
"La "Masacre de La Motosierra" es real en Colombia,"
dijo visiblemente afectado, Ernesto Cifuentes, Defensor del Pueblo,
a periodistas Colombianos regresando del lugar de una reciente atrocidad
paramilitar. Durante Semana Santa se calcula que unos 200 AUC paramilitares
hicieron una matanza desenfrenada en doce comunidades, unas Indias
pobres y otras Afro-Colombianas agrícolas, situadas en una
región aislada y abandonada al sudoeste de Cauca en el rió
Naya. Cifuentes, antiguo juez conservador del Tribunal Constitucional
había acompañado a oficiales judiciales que solo pudieron
llegar a la escena del crimen en
helicópteros del ejército.
Afectados por la escena los oficiales deambularon entre las ruinas
quemadas y saqueadas que habían sido el hogar de 20 víctimas
o más. Sus cuerpos y restos fueron recogidos de los campos
y arroyos, siendo cargados en redes que colgaban de los helicópteros
que se los llevaron. Muchos habían sido decapitados con un
golpe de machete, otros habían sido mutilados y matados con
motosierras. Las autoridades fueron incapaces de llegar a las aldeas
más remotas donde los sobrevivientes insistían que
encontrarían más cuerpos de amigos y vecinos. No hay
carreteras en Naya.
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