Para
financiar sus operaciones militares, ambas las FARC y el ELN participan
en la extensiva y sistemática practica del secuestro de civiles
por rescates, lo cual, bajo las reglas de la ley humanitaria internacional,
se considera como toma de rehenes. La Fundación País
Libre, una ONG que estudia este fenómeno, calcula que más
de 1,500 personas fueron secuestradas por las guerrillas entre Enero
y Septiembre del pasado año un número que representa
el 61% del numero total de secuestros que ocurrieron en Colombia
en el 2000. De los secuestrados 165 no sobrevivió el calvario.
Esta práctica es llevada al extremo cuando las guerrillas
participan en la toma masiva de rehenes: muchos hombres, mujeres
y niños son raptados a la vez y los mantienen hasta recibir
un rescate. El año pasado, el ELN reunió y secuestró
a 60 victimas montando un control en una autopista, tres de los
cuales luego murieron en cautividad. En Abril del 2001, el ELN,
que en el pasado ha secuestrado un avión y ha interrumpido
misas para capturar victimas, secuestro a 100 empleados de Occidental
Petroleum, una empresa petrolífera Americana. La mayoría
de las víctimas fueron liberadas.
Un comandante de las FARC en una entrevista reciente de Human Rights
Watch, desestimó la ley humanitaria internacional, la cual
considera "un concepto burgués." Sea burgués
o no, el asesinato intencionado de civiles y la toma de rehenes
son crímenes de guerra bajo las normas aplicables de ley
internacional. Estas acciones pueden también constituir crímenes
contra la humanidad si son perpetrados de una forma extensiva o
sistemática, como parece ser el caso con los secuestros de
civiles por rescates. Las repetidas masacres y la regularidad de
asesinatos políticos llevados a cabo por ambos grupos de
guerrillas pueden además ascender al nivel de crímenes
contra la humanidad, aunque es menos claro que las prácticas
de las guerrillas en este respecto llegan a los elevados límites
requeridos para tales crímenes.
IV. La Impunidad, Responsabilidad
y la Búsqueda de la Paz
Por terrible que pueda parecer, la mayoría de los autores
de crimines internacionales en Colombia puede que nunca aparezcan
ante la justicia. La impunidad por crímenes violentos en
ese país merodea el 100%, especialmente los cometidos en
el transcurso de la guerra. La debilidad del sistema judicial Colombiano
hace que la persecución y castigo de paramilitares o guerrillas
culpables sea relativamente inusual. Comandantes militares participantes
en masacres y otros crímenes internacionales son continuamente
protegidos de sanciones por el sistema judicial militar, que o los
absuelve de toda culpa o les impone una leve sanción administrativa.
Este muro de impunidad evita que el sistema judicial alcance a los
peores delincuentes. Aunque Carlos Castaño, dirigente de
las AUC tiene múltiples ordenes de captura pendientes (en
el último recuento eran 22), se ha reunido con regularidad
con oficiales nacionales y extranjeros, ha otorgado cuantiosas entrevistas
a la prensa, y se ha desplazado por el país aparentemente
a su antojo.
A pesar de no haber hasta ahora ningún mecanismo internacional
que pueda asegurar responsabilidades, el reciente establecimiento
de tribunales especializados diseñados para procesar crímenes
internacionales es una señal alentadora de un cambio positivo.
El más significativo de estos es el Juzgado Criminal Internacional
("ICC"), creado por el Estatuto de Roma en 1998 (el ICC
aún no existe formalmente debido a que el Estatuto de Roma
aún no ha sido ratificado por un numero suficiente de países).
Colombia ha firmado el Tratado de Roma, cuya ratificación
está siendo estudiada por el Congreso Colombiano. No es inverosímil
pensar que, en algún momento del futuro cercano, pueda haber
un juzgado internacional con la tarea de llevar ante la justicia
a los autores de crímenes de guerra y crímenes contra
la humanidad en Colombia.
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