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Los EE.UU. Fomentan la Guerra Colombiana
por Daniel García-Peña Jaramillo

El año pasado el congreso de EE.UU. aprobó un paquete de ayudas sin precedente a Colombia de $1.3 billones. Esto representó la contribución de EE.UU. al Plan Colombia de $7.5 billones, originalmente diseñado como un programa multifacético de cinco años dirigido a tratar los muchos problemas del país promocionando la paz. Fue presentado por el Presidente Andrés Pastrana a finales de 1999 y fue endorsado por el Presidente Bill Clinton a principios del 2000.

A pesar de ello, un año después, aún en su fase inicial de implantación, el Plan Colombia ya ha generado un acalorado debate político, creado muchas reacciones negativas y producido severos efectos dañinos en el conflicto mismo.

El casi exclusivo enfoque anti-droga de ayudas Estadounidenses, destacando la erradicación de cultivos de coca por fumigación aérea con pesticidas en distritos del sur, dio al Plan Colombia una dirección y carácter totalmente nuevos esencialmente borrando su método original el cual tenía una base más amplia. Cuatro quintas partes de los recursos Estadounidenses fueron adjudicadas al ejército y a la policía, convirtiendo a Colombia en el mayor receptor de asistencia de seguridad de los EE.UU. El Plan Colombia dio la imagen a los Colombianos que, en vez de apostar por un proceso de paz los EE.UU. estaban escalando la guerra.

Este mismo mensaje hizo eco en Bruselas y otras capitales Europeas, donde el Plan Colombia enseguida encontró oposición especialmente a su componente militar y su énfasis en fumigación aérea. Por esta razón Europa no ha aportado en su totalidad los $2 billones que con Canadá y Japón habían acordado contribuir.

Más significativo aun es que, el Plan Colombia ha dividido a los Colombianos, todo lo contrario de su intención manifiesta de unirlos.

El plan nunca fue consultado, discutido o debatido dentro de Colombia antes de su presentación en el extranjero. Ni las comunidades directamente afectadas ni sus representantes electos fueron incluidos en los procesos de decisión. Mientras que el congreso de EE.UU. ha tenido innumerables sesiones abiertas y vistas sobre el Plan Colombia, el congreso Colombiano aún ha de tener la primera.

En las elecciones regionales de Octubre del 2000 todos los departamentos del sur, objetivo del Plan Colombia, eligieron gobernadores que habían propuesto fuertemente plataformas en contra de la fumigación. Al tomar sus puestos, formaron un frente común para proponer su propia versión del Plan Colombia, basada en una erradicación gradual, manual y concertada acompañada de subsidios y créditos para permitir a los campesinos encontrar alternativas viables al cultivo de coca.

El efecto más dramático del Plan Colombia ha sido en la guerra interna. Aunque en los EE.UU. fue calificada como una intervención anti-narcótica, en Colombia es claramente entendida y vista como una acción de contrainsurgencia. Aunque la mayoría de material bélico-principalmente helicópteros Blackhawk-aún ha de llegar y no estará totalmente desplegado hasta finales de año, el Plan Colombia ya ha tenido un gran impacto en los grupos implicados en el conflicto armado, cambiando la manera de verse y el desarrollo de sus estrategias respectivas.

Por un lado, ha restablecido esperanzas de una solución militar dentro del ejército y los elementos conservadores de la elite civil. Después de tener las guerrillas la iniciativa durante muchos años en el campo de batalla, el Plan Colombia ha llevado a muchos a creer que ahora, con la ayuda de EE.UU., la situación puede dar un vuelco. El Presidente Pastrana pensó que el Plan Colombia mejoraría su posición en los diálogos de paz con las FARC, las Fuerzas Armadas Revolucionarias Colombianas; de hecho ha hecho lo opuesto, reduciendo su maniobrabilidad y fomentando la desconfianza por parte de los insurgentes. El ejército ha incrementado su poder dentro del gobierno, inclinando la balanza del poder de relaciones civiles-militares más a su favor.

El Plan Colombia igualmente ha envalentonado a los insurgentes. Por fin ha dado credibilidad a su inicial afirmación de estar luchando por la liberación nacional y contra el imperialismo Yanqui. En departamentos como Caquetá y Guaviare, no hay duda alguna que el incremento en reclutamiento es en gran parte debido al gran descontento generado entre los campesinos por la fumigación aérea. El Plan Colombia ha reforzado la posición de los componentes duros de las FARC, quienes han argumentado desde un principio, que el gobierno, lejos de buscar reformas sociales y negociar la paz, está preparando su derrota militar. De hecho hay documentación que las FARC han adquirido diez mil AK 47 a través del notorio ex jefe de inteligencia Peruano Vladimiro Montesinos; ésto, ha dicho el grupo, es solo el principio de su respuesta al Plan Colombia. Existe ahora una carrera armamentística, en la cual las guerrillas, con sus amplios recursos y tropas reducidas, tienen una clara ventaja a largo plazo sobre el ejército que tiene que contar con los contribuyentes Colombianos y Estadounidenses para mantener los niveles de gastos militares actuales.

La implantación del Plan Colombia también ha coincidido con el rápido crecimiento de grupos paramilitares de derechas, la mayoría de los cuales pertenecen a las AUC, Grupos de Autodefensa Estadounidenses de Colombia. Las AUC se han mudado al departamento de Putumayo, donde se está llevando a cabo la mayoría de la fumigación. Algunos observadores han interpretado esta migración de las AUC como la primera fase no-oficial del Plan Colombia, diseñada para abrir el camino al ejército.

El Plan Colombia estaba enfocado únicamente hacia el sur del país, la fortaleza histórica
de las FARC, y no el norte, donde tienen su base los grupos paramilitares. Muchos consideran esto una prueba de, que el Plan Colombia es una estrategia de contrainsurgencia disfrazada como contra-narcótica. Carlos Castaño, dirigente de las AUC, ha anunciado públicamente su apoyo al Plan Colombia: evidentemente el también lo ve más como una arma contra las FARC, su odiado enemigo, que como una estrategia efectiva contra el narco-tráfico del cual ha confesado haber conseguido el 70% de los ingresos de su organización.

Pero los efectos más notables del Plan Colombia no están siendo notados por los participantes armados implicados en el conflicto, sino por los civiles, las víctimas principales de la escalada de la guerra. De media, dos civiles mueren por cada combatiente muerto, la mayoría campesinos. La última década de guerra y violencia política ha producido mas de dos millones de personas desplazadas internamente. De los dos a tres millones de civiles desarmados secuestrados anualmente en Colombia el 60% lo son por las guerrillas. Jóvenes menores de 18 años suman una quinta parte de ambas, fuerzas rebeldes y de los paramilitares. En todos los aspectos, la guerra Colombiana se lleva a cabo muy por debajo de las normas impuestas por la ley humanitaria internacional para el debido respeto y protección de civiles. Al escalar la guerra, el Plan Colombia únicamente contribuye al incremento de civiles masacrados o obligados a abandonar sus hogares.

Iniciativas de paz de ciudadanas y los esfuerzos para la creación de paz locales, a sí mismo han sido severamente impedidos. En los últimos años, trabajadores, campesinos, mujeres, estudiantes, así como empresarios y dirigentes de la Iglesia Católica organizaron proyectos de paz. Organizaciones no-gubernamentales (ONGs) documentan y denuncian violaciones de derechos humanos rigurosamente. Pero a menudo los que se declaran en contra de la guerra o a favor de los derechos humanos son vistos por los participantes armados como agentes enemigos. Activistas, defensores de derechos humanos, líderes sindicalistas, catedráticos, estudiantes y periodistas, son los objetivos principales de la violencia política. Muchos de los mejores y más brillantes ciudadanos del país están en exilio forzoso, añadiendo a la diáspora Colombiana los miles que huyen por razones económicas.

Irónicamente, hay un aspecto sobre el cual el Plan Colombia seguramente no tendrá ningún impacto: el tráfico de drogas. Primeramente, está enfocado casi exclusivamente en los productores de coca, quienes componen el eslabón más débil en la cadena de actividades ilícitas del narco tráfico. Se ha conseguido poco o ningún avance en el tema de interdicción, por no hablar del lavado de dinero, control de materiales precursores, control de armas, y otros temas más delicados sobre los cuales el Plan Colombia no se pronuncia.

En segundo lugar, en anteriores experiencias se ha demostrado con claridad que la fumigación aérea solo ha servido para desplazar los cultivos de coca. Mientras que haya una demanda que satisfacer, el llamado "efecto globo" ha demostrado que la erradicación "exitosa" en Perú y Bolivia ha llevado ha un incremento de cultivo de coca en Colombia, al igual que la fumigación masiva en Guaviare y Caquetá en 1995 y1996 que simplemente desplazó el cultivo ilícito a Putumayo. Venezuela, Ecuador y Brasil ya han expresado su preocupación sobre el desbordamiento del Plan Colombia hacia sus territorios y sus efectos en la seguridad de la región.

Hay que decir que, gracias a los esfuerzos de grupos de presión de muchas ONGs influyentes en Washington D.C. el componente estadounidense del Plan Colombia incluye algunos elementos positivos (aunque desafortunadamente estos han sido ensombrecidos por la preponderancia de elementos negativos). Por primera vez, los Estados Unidos está financiando proyectos de desarrollo alternativos, y hasta sobrepasando los gastos de los Europeos en este frente. La protección de actividades por los derechos humanos, y por la fortificación del sistema judicial son líneas de acción loables dentro de la "porción social" del Plan Colombia.

El mayor potencial del Plan Colombia está en su insistencia en la regla de la ley. Debería impulsar a las fuerzas de seguridad Colombianas a mejorar su abismal historial en derechos humanos y cortar todos los lazos con los paramilitares. Desgraciadamente, sin embargo, invocando la renuncia presidencial por razones de seguridad de estado, Washington envió una señal equívoca: las violaciones de derechos humanos serán ignoradas en el nombre de la guerra contra las drogas.

Para finalizar, el Plan Colombia debe ser mirado en un contexto económico más amplio. El acuerdo de largo alcance que la administración de Pastrana firmó con el Fondo Monetario Internacional, aunque técnicamente no relacionado con el Plan Colombia, aparenta ser más que constante con sus objetivos. El acuerdo con el FMI dicta duros recortes en las transferencias de fondos desde el gobierno central en Bogotá a las autoridades locales y regionales, una reforma profunda del sistema de pensiones, la privatización de varias entidades del estado y la reducción del gasto social. Todas estas medidas van claramente en contra de los compromisos que con seguridad surgirán de cualquier acuerdo de paz futuro. La administración de Pastrana ha destacado recientemente la importancia del comercio libre para atraer inversiones extranjeras y aboga enérgicamente por el Mercado Libre de las Américas.

Todo esto sirve para demostrar que la participación de los EE.UU. en Colombia va mucho mas allá que el Plan Colombia. Aun así la droga continúa dominando la visión estadounidense de lo que ocurre en Colombia.

Aunque los EE.UU. han apoyado formalmente las negociaciones de paz de Pastrana, se ha limitado ha habladurías, evitando cualquier compromiso serio. Hasta ahora la política estadounidense ha confundido el apoyo a Pastrana con el apoyo al proceso de paz, el cual se extenderá necesariamente más allá de su presidencia ( que termina en Agosto 2002)

En la historia actual, cuando los EE.UU. ha definido con claridad, la paz como su principal objetivo político, hasta ha "pisado los pies" de sus aliados tradicionales- Israel, en el caso de Medio Oriente, y el Reino Unido en el conflicto en Irlanda del Norte. En Colombia los EE.UU. deberían aplicar su gran influencia en el ejército y la élite civil para efectuar la transformación democrática y para parar la matanza. A la vez los EE.UU. dejarían de ser los principales instigadores en la guerra en su estado actual, y convertirse en una pieza clave en la paz del mañana.