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La
Casa Viuda IV, 1994
Madera, tela y huesos
257.5X46.5X33 cm
Cortesía Alexander and Bonin, New York |
MF:
Como nueva editora de esta revista, insisto mucho en
que nuestro proyecto es humanitario, que no es suficiente
sacar a la luz y analizar únicamente crímenes
de guerra, violencia y horror. Es imperativo que al
igual exploremos los discursos creativos que nacen como
respuesta a la brutalidad, complicidad, oportunismo
y esclerosis psíquica y social.
Para mí, tus obras y proceso artístico
destacan por las razones correctas: tu respeto absoluto
hacia los individuos que entrevistas, la resistencia
de cara a "soluciones" formalmente fáciles
o narrativas y una esmerada labor manual. Todo esto
se une para formar lo que yo denominaría un código
ético.
DS: Preferiría no hablar en términos
de un código ético con relación
a mi obra porque, en el intento de confrontar la inhumanidad,
mi posición como artista es precaria. Primo Levi
nos enseña que toda experiencia extrema impone
límites extremos sobre los individuos que las
experimentan, tanto víctimas como los que hacen
víctimas. Las situaciones absolutas son muy complejas,
y es precisamente dentro de esa complejidad que descubrimos
lo que es ser humano. Al ser testigos de la inhumanidad
aprendemos a reconocer la humanidad.
Mi obra está basada en testimonios de víctimas
de la violencia, sobre experiencias que son ajenas a
mí. No soy testigo directo, soy testigo de testigo,
un testigo secundario. Busco intimidad con víctimas
de la violencia que me permitirá tomar su lugar
mientras que trabajo en la obra, pero de tal manera
que su experiencia toma precedente sobre la mía
propia.
MF: Durante todos mis años de entrevistar
a supervivientes Argentinos de los centros de torturas
de la Guerra Sucia y a familiares de desaparecidos,
estuve incesantemente perseguida por una pregunta: ¿
Cómo puedo justificar mi ajena presencia en medio
de tanto y tan íntimo dolor?
DS: Exactamente. Tienes que estar ahí;
el individuo que siente una necesidad de testificar
te necesita, necesita que estés ahí. Aun
así, permanece esta imposibilidad: No puedo hablar
por nadie al que entrevisto. Mi obra está conducida
por esta necesidad de intentar y fracasar, una y otra
vez. Únicamente durante el momento preciso de
creación, y mientras que lucho contra el pánico
engendrado por el horror, se mengua temporalmente la
sobrecogedora sensación de fracaso.
MF: Aun así tus instalaciones son capaces
de hablar con tanta fuerza. Nunca dan lo que se podría
denominar "la tiranía de la narrativa,"
pero su sentido no se puede negar. Por ejemplo, los
montones de almidonadas camisas blancas empaladas que
hiciste en 1989-90. Columnas de diferentes alturas cuidadosamente
dobladas, el gran número de camisas representa
el gran numero de asesinatos, la ordenada y inmaculada
cualidad de esta instalación sugiere burocracia,
órdenes que vienen desde arriba.
DS: Las víctimas han sido forzadas hasta
la línea que separa lo que es humano de lo inhumano,
perciben el mundo de otra manera (diferente a la nuestra),
se sienten extranjeros. (Franz) Rosenzweig dice que
el único lenguaje apropiado para el heroe trágico
es el silencio, y que cualquier obra que trata la tragedia
debe guardar este silencio.
Yo presento una imagen que está cargada de experiencias
pero aun así, en silencio, sin anécdotas,
donde el espectador, en un acto de contemplación
silenciosa, puede hacer contactar su propia memoria
del dolor con la de la víctima, y de esta yuxtaposición
surge el significado de la obra.
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