En
la vista de la historia de Colombia, no hay duda que para que el
estado lleve a cabo su función legítima, hay una tarea
formidable y a largo plazo. De hecho el estado Colombiano ha sido
débil históricamente, teniendo poco control sobre
su territorio nacional. El reto es también impresionantemente
extenso, englobando política social, desarrollo económico,
y reformas políticas, además hay un importante problema
de orden publico, reflejado en las ahora conocidas, estadísticas
chocantes de importantes incrementos en el número de desplazados
internos, asesinatos, secuestros y violencia relacionada. En estas
categorías horrorosas, Colombia ha logrado batir un número
de marcas mundiales (incluyendo a mas de 3.000 secuestros el pasado
año). No es nada claro como Colombia puede dirigirse a su
amplia agenda social y institucional entre tal caos.
Similarmente, desde una perspectiva de derechos humanos, es difícil
imaginar un escenario optimista en Colombia a menos que el estado
empiece a reafirmar su control y autoridad legítima en el
país. Y es igualmente difícil imaginar que el estado
podrá hacerlo por sí solo, sin una participación
externa considerable, una mezcla correcta de presión y apoyo.
En este contexto, el papel de los EE.UU. es fundamental, y hasta
ineludible. Dos caminos cruciales una asistencia amplia por
un lado y apoyo político por el otro- deben ser seguidos
simultáneamente y con habilidad.
Para poder responder a la urgencia de la situación en Colombia,
un apoyo de seguridad significativo es esencial y únicamente
puede llegar de los EE.UU. Los países Europeos no pueden
ni están dispuestos a dar tal asistencia. Es seguro que,
críticos de las ayudas de EE.UU. están, con razón,
preocupados por los ampliamente documentados lazos entre el ejército
Colombiano y los grupos paramilitares, con el telón de fondo
del inquietante historial de la participación militar Estadounidense
en Latino América. El temor es que las ayudas de seguridad
puedan ser usadas, aunque indirectamente, para financiar la "guerra
sucia" del país. Aun así debido que la opción
de retirada probablemente extendería notablemente el conflicto
en Colombia, tiene más sentido centrarse en cómo los
EE.UU. podrían utilizar su influencia y poder, de una manera
positiva. Ésto no significaría únicamente aplicar
la presión necesaria para cortar los lazos ejército
/ paramilitares, sino también instar a las fuerzas de seguridad
Colombianas a llevar a cabo su correcta función en una sociedad
democrática, controlando a todos los participantes que están
obrando ilegalmente.
Es importante reconocer que, bajo la administración Pastrana,
los Colombianos ya han tomado pasos en esta dirección positiva.
Aunque todavía demasiado inusuales, ha habido algunas confrontaciones
entre el ejército y las fuerzas paramilitares. También
se ha dado un incremento en el número de detenciones y destituciones
de oficiales del ejército debido a lazos con los paramilitares.
Según el estudio del departamento de estado Informe de Prácticas
de Derechos Humanos en 2000 Países, "desde 1997 hasta
el final de Octubre del 2000, 934 miembros de grupos paramilitares
han sido capturados, y 150 han sido matados. El Ministerio de Defensa
informa que durante ese año las fuerzas de seguridad mataron
a 89 miembros de grupos paramilitares y capturaron a 315. En 1999
el ejército informó que mató a 26 miembros
de grupos paramilitares y capturó a 102 durante ese año."
Los esfuerzos de perseguir con seriedad a los grupos paramilitares
acaban de comenzar, y sin duda se necesita hacer mucho más.
Pero es difícil negar que hasta el punto que haya habido
cualquier progreso en este frente, puede ser substancialmente atribuido
a la participación de EE.UU., y en menor medida a la presión
internacional sobre el gobierno de Colombia.
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Los
EE.UU. Fomentan la Guerra Colombiana
Daniel García-Peña argumenta que el Plan
Colombia "da la imagen que los Estados Unidos, más
que apostar por el proceso de paz está gastando
dinero en escalar la guerra." |
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